Otoniel Ccayanchira, destacado arpista ayacuchano originario de la provincia de Alamar, comparte su trayectoria musical de 49 años, iniciada empíricamente a los 12 años y heredada de sus tíos. Destaca la diferencia entre el arpa andina y el arpa de concierto, enfatizando el carácter religioso y la transmisión de conocimientos a través de ceremonias.
Ccayanchira expresa su preocupación por la falta de transmisión generacional y el aprendizaje superficial a través de la tecnología. Con el objetivo de preservar la música andina y huamanguina señorial, ha fundado la Asociación de Arpistas Ayacuchanos, buscando dejar un legado musical y establecer una escuela gratuita para las futuras generaciones.
Juan Camborda: Hoy nos acompaña Otoniel Ccayanchira, un destacado cultor del arpa y la música andina ayacuchana, originario de la provincia de Alamar. Conversaremos sobre su trayectoria, la importancia de la música andina y lo que esperamos en el Día del Padre. Otoniel, buenas tardes. Otoniel Ccayanchira: Buenas tardes, gracias por la invitación. Llevo 49 años practicando el arpa, desde los 12 años. ¿Cómo fueron tus inicios en la música y el manejo del arpa?
Creo que viene de una herencia familiar. Mis tíos maternos tocaban el arpa, uno de ellos fue Hualpacha Pariamanco, arpista del guionista suizo Reymond Tevena.
¿Aprendiste con ellos? ¿Cómo desarrollaste tu técnica con el arpa? ¿Estudiaste en alguna institución?
No, el arpa andina se aprende de manera empírica, no existen escuelas formales. La transmisión es de generación en generación, usualmente en el campo. Para aprender, se requiere una ceremonia religiosa, ofrendas y un ritual al maestro, pidiendo a los ángeles, Jesucristo y la Virgen María. Asistía a la casa de mi maestro a unos cuatro kilómetros de distancia, y caminaba llevando mi propia arpa para acostumbrarme a ella. Practicaba todo el día, desde la mañana hasta el mediodía y luego por la tarde. Esto lo hacía en mis vacaciones. Una vez, aproveché un año en el que perdí clases para intensificar mi aprendizaje y en solo unos meses ya estaba tocando en Navidad.
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¿En qué se diferencia el arpa andina o rural del arpa que vemos en conciertos?
El arpa andina, como la que tengo aquí, que es una imitación del arpa venezolana, no es específicamente un “arpa ayacuchana”, ya que el arpa tiene una afinación universal en 38 tonalidades.
La diferencia radica más en la música. Yo catalogo la música andina como la música indígena, la del Huamanga señorial y la rural. La música indígena es del nativo, una tonadita o el huayno más alegre del campesinado. La música andina es una fusión de las fiestas tradicionales, una mezcla entre lo mestizo, andino y campesino. En cambio, la música huamanguina señorial es diferente; su ritmo es melancólico, melodioso y sublime, más para escuchar en sala que para bailar.
Aunque la música huamanguina señorial se puede bailar, el campesino no lo haría, ya que es más para el jolgorio alegre. Además, la música huamanguina señorial lleva un sostenido en la tercera cuerda, lo que la hace singular a nivel mundial y refleja una occidentalización.
Empezaste a los 12 años, y en tus vacaciones complementabas tus estudios. ¿Cuándo te profesionalizas con el arpa?
Uno va avanzando. Después de tres o cuatro meses de práctica, dependiendo de la capacidad, se llega al “maki kazarachi”, el ensamble de las dos manos. Esto implica una segunda ceremonia, como un bautizo. Cuando logras tocar un huayno bien ensamblado con ambas manos, tu maestro reconoce tu aprendizaje.
Hay muy pocos arpistas, ¿por qué crees que es así?
El arpa es un instrumento angelical que viene desde tiempos bíblicos, mencionado en la Biblia con autores como Jubal, David y Salomón. Tocaban salmos con el arpa, por eso es casi religiosa y persiste hasta la actualidad; la iconografía muestra ángeles tocando el arpa.
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Para mí, es un instrumento religioso. Para tocarla, se necesita un don, capacidad auditiva y ejecución. El músico debe entregarse con una pasión indefinida. Aprender el arpa implica comprometerse con los ángeles, santos, apóstoles y vírgenes. No es un instrumento de cantina como la guitarra, que se puede aprender en un ambiente menos formal. El arpa se aprende con un maestro que te guía y orienta. En el mundo andino, el arpa es prácticamente religiosa. En los siglos pasados, el arpa se tocaba en las iglesias, en las misas de Huamanga, en lugar del órgano.
¿Por qué crees que se ha perdido la difusión del arpa?
Porque no hay calidad entre los nuevos arpistas. Lamentablemente, muchos aprenden ahora con la tecnología, viendo videos en DVD o YouTube. Esto no es igual a una clase presencial, donde el maestro transmite los sentimientos, los secretos y la esencia de la música. Una grabación filtra todo, mientras que un maestro te da los secretos de generación en generación.
¿Te consideras ya un maestro arpista?
No, no me considero un maestro; sigo aprendiendo. La música es una ciencia sin límites para mí. Siempre estoy acumulando experiencia, y ahora estamos en la etapa de transmitirla. Mi preocupación es dejar un legado musical, pero en nuestra realidad, pocos se interesan o quieren aprender en pocos días sin someterse a una enseñanza disciplinada.
¿Hay alguna diferencia entre la música académica y la música que se aprende de oído?
Sí, la música académica se enseña con partitura y teoría. La música de oído, en cambio, requiere más capacidad auditiva, creatividad y sentimiento. Quien toca de oído transmite su sentimiento, haciendo que el público también lo sienta. En la música académica, si sigues las figuras musicales y te equivocas, la lectura se daña, mientras que la música de oído permite más arreglo y creatividad.
Se acerca la celebración del Día de la Música Andina. ¿Qué opinión te merece esta fecha?
La ley que establece el 15 de junio como el Día de la Música Andina no me convence. No puedo comentar los detalles negativos, ya que sería criticar a mis colegas artistas. La música andina no engloba todos los géneros musicales de Perú, que es una cantera de diversidad. Esta celebración está orientada a un solo sector, e incluso muchos músicos del campo no están enterados de ello.
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Además por el Día del Padre, el 13 de junio tuvieron una actividad importante. Cuéntanos sobre la Asociación de Arpistas Ayacuchanos.
Sí, el 13 de junio tuvimos una actividad por el Día del Padre y el lanzamiento de la Asociación de Arpistas Ayacuchanos, de la cual soy fundador y presidente. Soñaba con esto desde hace más de 30 años. En 1988, consulté al profesor Carlos Falconí y al maestro Antonio Sulca. Gracias al apoyo de la señora Gloria Falcón y el guitarrista Gustavo Yasimuro, quien me ayudó a redactar los estatutos, pudimos avanzar. Presentamos los documentos en la notaría el 16 de septiembre y el 24 de septiembre ya estábamos inscritos en la SUNARP como persona jurídica. El 3 de noviembre de 2022, nos registramos en la SUNAT. El 22 de ese mismo año, nos registramos en el Registro Nacional de Trabajadores de Cultura y las Artes (Rentoca). La asociación y todos sus arpistas miembros estamos legalizados.
¡Felicitaciones por el esfuerzo de unir a los arpistas! La unión hace la fuerza.
Por supuesto. La inscripción está abierta a los socios, con la base de tocar música huamanguina, yaraví, marinera, huayno mestizo, andino e indígena, y luego otros géneros. Somos una institución sin fines de lucro, buscando dejar un legado musical a quienes deseen aprender. Esperamos conseguir financiamiento de instituciones públicas y privadas para abrir nuestra escuela. Tenemos contactos con asociaciones de arpistas en Chile, Argentina (como la Escuela de Arpas Balthazar Gallardo y la Escuela de Arpas Don Florencio Varela), México (fundada por Enríquez Cajeda), Paraguay y Venezuela.
¿Existe alguna asociación de arpistas a nivel nacional en Perú?
Por lo que sé, creo que no hay una asociación a nivel nacional. No puedo asegurar si esta es la primera, debería indagar más. Sí existen grupos o agrupaciones de arpistas, más que nada en Lima. Espero que trabajen para dejar un legado musical y no solo busquen la fama. Muchos arpistas antiguos, como Florencio Coronado y Forimac, no dejaron un legado musical duradero. Sin embargo, el señor Juan Josué sí tiene un legado. Antes, encontrar un maestro era difícil y costoso, pues se necesitaban ceremonias, arpa propia y un buen instrumento. Por eso, mi idea es ofrecer enseñanza musical gratuita.
Muchas gracias, don Otoniel Ccayanchira, un arpista ayacuchano que ha llevado nuestra música por América y Europa. De hecho, este agosto estoy invitado al Miskila de Arpa de Argentina.
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