Durante la Feria Internacional del Libro de Ayacucho (Filay) 2025, varios escritores peruanos compartieron sus experiencias y reflexiones sobre la literatura infantil. Charlie Becerra, Kari De la Vega, Antonio Zeta y Faviola Lazo contaron cómo nacen sus historias, qué mensajes buscan transmitir y por qué escribir para niños es tan importante. Todos coincidieron en algo: la literatura infantil en el Perú está creciendo y merece ser valorada como una herramienta poderosa para formar lectores y transformar vidas.
Charlie Becerra, es un escritor que empezó en la literatura a los 19 años tras una conversación con su padre. Desde entonces, ha publicado diversas obras, destacando su reciente novela infantil Un papá de repuesto, finalista en un certamen internacional.
“Quise escribir un cuento que pudiera disfrutar desde un niño de siete años hasta un adulto de noventa y nueve”, señala Becerra, destacando su apuesta por el humor y la accesibilidad.
Su obra busca, sobre todo, acercar la lectura a un público joven con propuestas divertidas y significativas.
Por su parte, Kari De la Vega, educadora y escritora limeña, comenzó a escribir literatura infantil inspirada en las frases espontáneas de los niños y en su propia experiencia como madre. Su libro “La reina de la torre”, que aborda la depresión materna desde la mirada de una hija, ganó el XXIV Concurso de Álbum Ilustrado A la Orilla del Viento. Para ella, la literatura infantil debe ofrecer textos de calidad que no subestimen al lector.
“Debemos continuar trabajando para que el Perú sea un referente en la literatura infantil”, enfatiza.
También lidera talleres de formación para escritores que deseen especializarse en este género.
Antonio Zeta, autor piurano y reciente ganador del XIII Premio Internacional de Novela Infantil Altazor 2025, es un apasionado por los mitos y leyendas peruanas. Su novela “Puga. Un felino entre las nubes” narra la historia de una familia con la habilidad de transformarse en animales, una metáfora de identidad y transformación.
“El reto fue no abordar la historia desde el terror, porque está pensada para niños”, explica.
Zeta también dirige proyectos editoriales y colectivos literarios desde su región, buscando descentralizar la producción cultural y visibilizar nuevas voces, especialmente femeninas.
Faviola Lazo, escritora huancaína y narradora oral, inició su camino literario entre cuentos familiares y relatos orales. Aunque una experiencia le hizo perder sus primeros cuadernos de escritura, retomó su vocación con la publicación de Padre Rumi, el mirador del cielo. Desde entonces, ha desarrollado el proyecto Laboratorio Lector, enfocado en fomentar el hábito lector tanto en niños como en padres y maestros.
“Si no hay emoción en el aula, no hay aprendizaje”, afirma convencida de que el primer rol de la literatura infantil es el disfrute.
Los cuatro escritores coinciden en que la literatura infantil peruana está en un proceso de crecimiento, pero aún enfrenta desafíos.
Para Becerra, “nunca ha sido tan accesible escribir y publicar, pero hay que leer y escribir mucho”.
De la Vega remarca la necesidad de contar con una formación seria en este género, mientras que Zeta insiste en el papel crucial de los docentes en la promoción de la lectura. Lazo, por su parte, resalta el poder de la oralidad como punto de partida para acercarse a los libros.
Teniendo como ejemplo a estos escritores peruanos, la literatura infantil peruana no solo florece, sino que se consolida como una herramienta vital para la educación, la identidad y el disfrute cultural de nuevas generaciones.
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