“Necesitamos que Ayacucho tenga mayor acceso a los libros”

“Necesitamos que Ayacucho tenga mayor acceso a los libros”


Las bibliotecas han sido históricamente espacios de encuentro, conocimiento y comunicación. Entre los libros se pueden descubrir mundos desconocidos, personajes y realidades que alimentan la imaginación. Su valor va más allá del simple acceso a libros: son herramientas fundamentales para el desarrollo educativo y cultural de una comunidad.

En la región de Ayacucho, el proyecto “Bibliotecas Ayacucho” se ha convertido en un referente de este esfuerzo. La iniciativa nació hace ocho años gracias a Vladimir Salinas, quien se inspiró en la biblioteca de su padre. Fue allí donde cultivó su amor por la lectura. Más adelante, con el nacimiento de su hija, Salinas quiso sembrarle la semilla de la lectura, pero ¿Una pequeña biblioteca sería suficiente para descubrir y entender más del mundo que lo rodea? Así nació el sueño de llevar más libros y espacios de lectura a la comunidad.

Lo que comenzó como un esfuerzo personal fue creciendo. Bibliotecas Ayacucho se consolidó como un proyecto que busca recolectar libros y fomentar el hábito lector, principalmente en niñas, niños y adolescentes. Con el tiempo, recibió el apoyo de instituciones como la Dirección Desconcentrada de Cultura de Ayacucho, que otorgó un espacio físico en la biblioteca José Faustino Sánchez Carrión.

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Sin embargo, no todo ha sido sencillo. Salinas destaca que durante este tempo se han tenido limitaciones para la obtención de libros y esto se debe al poco apoyo que se tiene por parte de las autoridades de la región.

“No hay el apoyo para formar o fortalecer bibliotecas o fortalecer espacios donde los niños, jóvenes y adultos conversen o espacios de comunicación, o lúdicos donde hay un sano juego”, comentó Salinas.

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A pesar de estas dificultades, Bibliotecas Ayacucho ha ampliado su impacto. Hoy no solo facilita el acceso a libros, sino que también promueve actividades educativas, clubes de lectura y dinámicas lúdicas que buscan fortalecer el conocimiento y revalorar el patrimonio cultural material e inmaterial de la región.

“Ser voluntario es estar apegado a mi lado más humano, hacer las cosas con un propósito que no solo genera un bien común, sino que también me da un sentido de trascendencia y valor”, comentó.

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