A solo diez días del inicio oficial de los Juegos Bolivarianos Ayacucho–Lima 2025, el ambiente en la región está lejos del entusiasmo esperado. Lo que se anunció como una oportunidad histórica para el desarrollo deportivo y la descentralización se ha transformado en un motivo de frustración y reclamo entre dirigentes, entrenadores y deportistas locales.
La reducción drástica de disciplinas que se desarrollarán en Ayacucho, junto con la falta de obras deportivas culminadas, ha generado la sensación de que la región ha sido relegada de un evento que prometía reconocimiento histórico y proyección continental.
Inicialmente, se informó que múltiples disciplinas se llevarían a cabo en Ayacucho, convirtiendo a la región en un epicentro deportivo internacional durante las semanas del evento. Sin embargo, recientemente se confirmó que solo cuatro deportes se realizarán efectivamente en la ciudad: boxeo, kickboxing, taekwondo y wushu.
En contraste, disciplinas colectivas como voleibol, futsal y básquet 3×3, que atraían a un mayor número de delegaciones y visitantes, fueron retiradas del cronograma oficial. Según versiones difundidas, varios deportes no alcanzaron el número mínimo de participantes o presentaron problemas logísticos para su realización.
Edilberto Lara Villavicencio, presidente de la Liga de Kickboxing de Ayacucho, recordó que la designación de la región como sede no fue una concesión espontánea, sino el resultado de años de gestión y movilización deportiva entre 2013 y 2016.
“La decisión de reducir la presencia del evento en Ayacucho desconoce todo ese esfuerzo colectivo. Se está minimizando un logro que nació desde la región”, afirmó Lara.
El dirigente lamentó que los espacios destinados al entrenamiento no hayan recibido mejoras y que los escenarios deportivos permanezcan en el mismo estado que antes de la confirmación de la sede, lo que —según señaló— evidencia falta de voluntad política y deficiente administración de recursos.
Además, criticó que los dirigentes que impulsaron la candidatura de Ayacucho no fueron convocados para las decisiones actuales, lo que considera una exclusión injustificada de quienes conocen la realidad deportiva local.
Por su parte, Rubén Quispe Ventura, presidente del Colectivo por la Dignidad del Deporte Nacional (CDN), sostuvo que la situación refleja el centralismo estructural del deporte peruano.
“Lo que ocurre con los Juegos Bolivarianos es una muestra del centralismo que sigue marginando a las regiones. Lima concentra recursos, decisiones y visibilidad”, indicó.
Quispe también cuestionó la falta de coordinación entre el Gobierno Regional de Ayacucho y la Municipalidad Provincial de Huamanga, cuyas diferencias políticas habrían entorpecido la organización y dejado obras paralizadas o inconclusas, como el proyecto deportivo en Leoncio Prado y la demolición del complejo de Venezuela, que hasta hoy no muestra avances reales.
Para el dirigente, la improvisación y la falta de planificación vulneran el derecho de los deportistas ayacuchanos a contar con espacios adecuados.
El traslado de la mayoría de competencias a Lima se percibe como una decisión contraria al mensaje cultural y simbólico que debía acompañar el evento. Huamanga, reconocida como cuna de la libertad americana, queda ahora reducida a un rol secundario, perdiendo visibilidad deportiva, movimiento económico y sentido de identidad regional.
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