Hoy se conmemoran ocho años del fallecimiento de Angélica Mendoza de Ascarza, más conocida como “Mamá Angélica”, figura emblemática en la defensa de los derechos humanos en el Perú. Su historia, marcada por la desaparición forzada de su hijo, se convirtió con el tiempo en una lucha colectiva que sentó las bases de la organización civil en medio del conflicto armado interno que sufrió el país en los años 80.
Mendoza, vio alterada su vida en la madrugada del 3 de julio de 1983, cuando un grupo de fuerzas del ejército y la policía irrumpieron en su casa y se llevaron a la fuerza a su hijo Arquímedes, ella fue tras de ellos para impedir que se lo lleven, sin embargo, no pudo con la brutalidad militar y desde ese entonces, emprendió una lucha que no se detuvo hasta el día de su muerte en 2017.
Dos meses después de la desaparición, junto a otras madres afectadas, fundó la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (Anfasep), una de las primeras organizaciones de familiares de víctimas en el país. La asociación se convirtió en un espacio de denuncia y solidaridad, especialmente en un contexto de violencia y silencio institucional.
Juana Carrión Jaules, actual presidenta de Anfasep, recuerda a Mendoza como una mujer determinada.
“Ella fue la fundadora. Muy valiente en ese tiempo de peligro. Salía a denunciar, a pesar de que no sabía leer ni escribir. No hablaba español fluidamente porque era quechua hablante, pero nunca dejó de luchar”, afirma.
Según cuenta Carrión, Mendoza de Ascarza, era una mujer incansable que lideraba a las mujeres que buscaban a sus familiares llevándolas a los posibles lugares donde se encontrarían los cuerpos.
“En 1984 llegué a conocer a mamá Angélica porque ella tenía un grupo de madres que caminaban por aquí y por allá buscando a los muertos. Había habladurías de que en tal lugar hay muertos, asesinados, mujeres, varones. Vamos a ir a Infernillo vamos a ir a tal lugar, decía. Ella nos llevaba y así hemos caminado con mamá Angélica buscando en los barrancos, buscando cadáveres porque dicen que lo tiraban en los barrancos”.
Además de la búsqueda de desaparecidos, Mamá Angélica promovió iniciativas de ayuda social. Una de ellas fue la creación de un comedor popular para niños huérfanos, hijos de mujeres que, como ella, habían perdido a sus seres queridos durante el conflicto.
“Algunos de esos niños hoy son profesionales, y siguen recordando a Mamá Angélica con gratitud”, añade Carrión.
El 18 de agosto de 2017, solo días antes de su fallecimiento, Mamá Angélica pudo escuchar la sentencia judicial contra Humberto Orbegozo y Pedro Paz Avendaño, militares responsables de desapariciones forzadas ocurridas en el Cuartel Los Cabitos, entre ellas la de su hijo. Para muchos, aquella sentencia fue una forma de justicia simbólica, aunque tardía.
A pesar de su partida, el trabajo iniciado por Mamá Angélica continúa. Anfasep mantiene viva la memoria de las víctimas y exige justicia desde Ayacucho, una de las regiones más golpeadas por la violencia de los años 80 y 90.
Hoy, la asociación realizará una misa en la iglesia San Francisco de Paula, en honor a quien fuera su fundadora y símbolo de resistencia.
El legado de Mamá Angélica no se mide solo por lo que hizo, sino por lo que logró inspirar: una red de solidaridad entre mujeres, una voz firme frente al poder y una memoria que sigue abriendo espacio en la historia del país.
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