“El Último Retablo” de Leandro Valladares (Entrevista)

“El Último Retablo” de Leandro Valladares (Entrevista)


Leandro Valladares Jiménez ha sido galardonado con el primer puesto en el Concurso Nacional de Cuento de la Feria Internacional del Libro de Ayacucho (Filay) 2025, un reconocimiento otorgado entre más de 130 participantes por su conmovedor relato “El Último Retablo”. Su cuento, que entrelaza lo espiritual y lo humano a través de la figura de un anciano retablista, no solo destacó por su profundidad emocional y simbólica, sino también por su poderosa conexión con la identidad andina y la memoria colectiva.

Conversamos con el autor sobre el proceso de creación de su cuento, la inspiración detrás de su protagonista y el mensaje que desea transmitir a través de su obra.

J: ¿Qué sintió al recibir este primer puesto? ¿Cómo ha sido su participación dentro del concurso nacional de Cuento Filay?

Cuando me enteré que había ganado, sentí una alegría muy profunda, difícil de explicar solo con palabras. Fue como si todo este esfuerzo, las noches escribiendo a solas, las dudas, los momentos difíciles, por fin se hicieran visibles para alguien más. Más que el premio, lo que de verdad me emocionó fue saber que mi historia llegó al corazón de alguien.

J: ¿Cuál fue la inspiración inicial que se dio para el cuento, el que dio origen a “El Último Retablo?

Bueno, no empecé con un esquema fijo, sino con una atmósfera, un susurro tomado entre las formas, la sombra y la madera. Hubo noches de silencio para escuchar lo que el cuento pedía, y otras en que las palabras salían rápidas y con fuerza. Cada palabra fue una herramienta como un buril o una gubia. Lo construí como un retablo, poco a poco, con paciencia, dejando que lo espiritual y lo humano se entrelazaran. Sentí miedo porque no sabía dónde me llevaría, pero decidí confiar.

J: ¿Cómo describiría su proceso creativo al escribir este cuento?

Cuando leí la base del concurso, pensé en elementos propios de Ayacucho, las retamas, el río Pampa, los retablos. Quería contar algo que tuviera tanto belleza como dolor, algo que se sintiera muy auténtico. La historia empezó a tomar forma cuando imaginé a un anciano artesano haciendo su última obra, así como si tallara su alma en la madera. Ahí entendí que el arte popular no solo muestra lo que se ve, sino también lo que guarda, lo que no se dice. Ayacucho, con su tradición espiritual y su historia en los retablos, era el lugar perfecto para esa historia. Desde el principio, tuve en mente una frase que refleja esa fuerza invisible en mi cuento, algo en el aire o quizá en la madera misma le ordenaba continuar. Parecía que a mí también me ordenara continuar.

J: Dentro del cuento, el último retablo, hay una tensión constante en lo que es lo sagrado y lo siniestro. ¿Qué quería transmitir con esta dualidad?

Bueno, yo quise mostrar que lo sagrado no siempre es luz y que lo oscuro no siempre es malo. En nuestra cultura andina los símbolos pueden proteger, pero también pueden doler. La vida no es solo blanca o negra, está llena de matices. A veces la fe nos sostiene, pero otras veces también puede encerrarnos. Con esta mezcla quería invitar a mirar más allá, a preguntarnos qué hay detrás de lo que creemos, de lo que veneramos. Tal vez ahí, en los silencios o en las sombras, también se esconden verdades que merecen ser contadas. Eso no le quepa la menor duda, porque imagínese, entre lo agnóstico, lo misterioso y lo elegiaco, siempre va a haber esa duda ¿Existió o no existió? Eso ya nos queda para el recuento o para la comprobación.

J: La figura de don Evaristo, que es el protagonista de este cuento, ¿está basada en alguien real o es una construcción simbólica que usted quiso mostrar?

Don Evaristo es un personaje simbólico. En él viven muchos artesanos de la sierra, sobre todo los retablistas de Ayacucho. Representa a esos hombres y mujeres que entregan su vida al arte, aunque muchas veces el mundo no los mire o los olvide, porque en conjunto a veces son también, digamos, personajes incomprendidos, no aceptados. Don Evaristo también es una figura herida, porque no sólo carga con su oficio, sino con la historia y el dolor de su pueblo, que puede resumirlo en dos, tres palabras, el dolor de Ayacucho. Su último retablo no es una pieza cualquiera, es su manera de resistir, de recordar y de sembrar esperanza. Por eso, aunque sea un personaje de ficción, se siente tan real porque en el fondo habla por muchos.

J: ¿Cuál cree que es el mensaje central del cuento?

Creo que el cuento tiene dos mensajes. Primero, que no debemos olvidar lo que dolió, ni poner una fachada bonita sobre el pasado, ni dejarlo en silencio. El retablo de don Evaristo nos recuerda que las historias no contadas terminan por salir a la luz. Y segundo, es una invitación a seguir adelante con el arte, sin traicionarse, con razón y con corazón. Sólo el arte, sólo el arte que nace de esa mezcla puede tocar verdaderamente el alma. Como digo en el cuento, en aquellos retablos se habla de quienes ofrendaron su vida en las alturas andinas y de cómo la tierra preservó su memoria.

Leandro Valladares Jiménez señala que “escribir es un acto de justicia y una forma de mantener vivo el recuerdo”.

La literatura, al igual que el arte en general, nos brinda la oportunidad de explorar nuestro yo más profundo. A través de las palabras, podemos sumergirnos en los rincones más ocultos de nuestra memoria. Escribir nos permite recorrer las sombras de lo que somos y expresarlo con autenticidad, haciendo del acto creativo una forma de autoconocimiento y resistencia.

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